Es bien sabido que los niños no vienen con manual de instrucciones. Los padres y madres nos encontramos a diario en la difícil tarea de educar a nuestros hijos. Algo para lo que nadie nos prepara y que a pesar de nuestros errores, intentamos hacer lo mejor posible.
Hoy en día la educación está llena de pautas sobre lo que se puede o no se puede hacer. Indicaciones verbales que tratan de transmitir a los niños aquello que consideramos correcto o incorrecto. Pero hay algo muy importante que no debemos olvidar. Nuestros hijos son ante todo y sobre todo pequeñas esponjas, imitadores innatos que tienen en su familia el origen de todo aprendizaje, la fuente de inspiración que les guiará en el camino del crecimiento y el desarrollo como personas autónomas.
Por este motivo, nuestros actos tienen un gran peso a la hora de educar a los pequeños. No se trata solo de palabras, de transmisión de conocimientos. Se trata de valores, de emociones. Se trata de crear una base sólida en la personalidad de nuestros hijos. Para que el día de mañana les ayude a ser críticos, independientes y consecuentes con sus ideales.
Los niños hacen lo que ven y aprenden mucho más de lo que hacemos que de lo que les decimos.
Recientemente pude leer una noticia que sin duda me hizo reflexionar sobre este tema. Un actor americano poco conocido acompañaba a su sobrina a la proyección de la película “La Cenicienta”. La niña quería ir al cine vestida de princesa, pero le daba vergüenza porque pensaba que no habría nadie más disfrazado. Pensaba que los otros niños se reirían de ella al verla vestida de aquella manera. ¿Qué pensáis que hizo el joven actor ante esta situación?.
De una manera más o menos radical, no olvidemos que se trata de un actor, el joven decidió dar ejemplo a su sobrina vistiéndose de princesa. Mostrando a la pequeña que la opinión o las risas de aquellos que lo vieran con tal indumentaria no le afectaba, puesto que lo importante es la felicidad que sentía a ser consecuente con sus deseos. Un aprendizaje que sin duda hubiera sido difícil transmitir con palabras.
Los niños son la esencia de la ilusión, la creatividad, la imaginación, la pureza de sentimientos. Nosotros, como adultos responsables de su educación, debemos intentar mostrar, no solo transmitir, aquello que les aporte un aprendizaje sólido.
Hace poco un psicólogo infantil me comentaba que si le dices a un niño “suena la nariz”, es como si le hablaras en chino, puesto que no sabe que significan esas palabras y por tanto no puede hacer nada con ellas. Para que un niño aprenda a sonarse la nariz tienes que mostrarle como hacerlo, y a base de imitar, aprenderá.
La forma de educar más importante suele suceder en los momentos más comunes, en aquellos que apenas percibimos. Los detalles, las reacciones o comentarios más espontáneos. Porque si algo debemos tener siempre presente, es que nuestro ejemplo es la manera en que educamos en los momentos en los que no estamos educando.
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